martes, 20 de noviembre de 2007

Argentina Negra


LA PRESENCIA AFRICANA EN LA ARGENTINA
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La presencia de población africana en la Argentina, junto con su descendencia, ha sido un dato frecuentemente soslayado en la realidad nacional. Sin embargo, el aporte afro a la cultura, a la identidad y a la sociedad ha sido constante e ininterrumpido desde los orígenes del país como nación, incluso varios siglos antes.
El mecanismo a través del cual la población africana ingresó en masa en Latinoamérica fue el infamante tráfico de hombres y mujeres esclavizados en las rutas del océano Atlántico, entre los siglos XV y XIX.
La razón de esta forzada y vergonzante migración fue servir a las necesidades de mano de obra de los colonos europeos: hasta el siglo XIX, la plantación agrícola y la minería constituyeron las bases de la economía iberoamericana y, a través de éstas, el sustento para las coronas española y portuguesa. Trabajar con sus propias manos era la última posibilidad prevista por los colonizadores para sí mismos.
Estos últimos se volcaron a los africanos por su experiencia milenaria tanto en la minería y el trabajo artesanal con metales, como en la plantación agrícola.
Por otro lado, a diferencia de los amerindios, los africanos ya habían estado expuestos a las "zonas epidemiológicas" del mundo conocido por los europeos hasta el momento, adquiriendo cierta inmunidad a enfermedades tropicales tales como la fiebre amarilla y la malaria; y a enfermedades comunes en Europa como la viruela.
Además, al no estar protegidos por las tradiciones legales comunes a los europeos -que se consideraban a sí mismos seres humanos "civilizados" y al resto, poco menos que animales o bárbaros- los africanos pudieron ser reducidos sin apelación legal o moral a una disciplina brutal y sanguinaria. La América hispánica y portuguesa arrebató y esclavizó seres humanos principalmente de Africa Occidental, constituyendo la Islas de Cabo Verde el entrepuesto de comercio humano más importante hasta el siglo XVII, época en que comenzó a traficarse directamente desde las costas africanas hacia las Américas y el Caribe.
Los individuos provenientes de Guinea Septentrional y Meridional fueron mayoría (aunque no absoluta) en el Caribe y América Central; de la misma manera, los Yoruba y Ewe (de Nigeria y Togo), en Brasil. Los angoleños y congoleños (pertenecientes a la vasta familia lingüística bantú) fueron los grupos mayoritarios en Chile, Perú, Uruguay y Argentina.
En síntesis, alrededor de 12.000.000 de africanos desembarcaron en Latinoamérica. Buenos Aires y Montevideo se constituyeron en los puertos más importantes del Atlántico Sur, y surtieron todo el interior de Sudamérica mediante puertos de transferencia en Valparaíso y Río de Janeiro.
Si se efectúa el cálculo de que por cada africano que llegaba vivo a las Américas, cinco perecían por inanición, diarreas, deshidratación, suicidios o castigos diversos, se halla que el tráfico esclavista le provocó a Africa una sangría de más de 60.000.000 de personas; y a Europa, su extraordinaria expansión industrial y económica.
Nuestro país
En el caso de la República Argentina, los africanos esclavizados, hombres y mujeres, fueron utilizados en las tareas rurales, la ganadería, las labores artesanales y en el trabajo doméstico. Las familias propietarias de esclavos los hacían trabajar fuera de la casa como talabarteros, pasteleros, ebanistas, plateros, lavanderas, peones o maestros de música; y con lo que éstos percibían, se mantenía el tren de vida de la oligarquía criolla.
Durante la Gobernación de Juan Manuel de Rosas pareció verificarse un cierto auge de la comunidad negra de Buenos Aires, que rondaba alrededor del 30% de la población total. El Gobernador asistía regularmente con su familia a los candombes negros. Esta era una de las escasas formas culturales que les era permitida manifestar a los africanos y sus descendientes, los afroargentinos, en tanto que los actos de resistencia eran cruelmente castigados.
Datos del período colonial revelan cifras que hoy pueden parecer increíbles: en el censo de 1778 se consigna que en el noroeste argentino, en la zona de Tucumán el 42% de la población era negro; en Santiago del Estero la proporción era del 54%. En Catamarca, para esa misma época, el porcentaje de la población negra era del 52%; en Salta, el 46%; en Córdoba, el 44%; en Mendoza, el 24%; en La Rioja, el 20%; en San Juan, el 16%; en Jujuy, el 13%; en San Luis, el 9%.
A lo largo del siglo XIX, se verifica un decrecimiento sostenido de los africanos y afrodescendientes, hasta que hacia fines de ese mismo siglo, el ingreso masivo de la inmigración "blanca" europea (propiciada por la Constitución Nacional, en su artículo 25) hará bajar drásticamente, en términos relativos, la población negra e indígena en todo el país.
De esta manera, en los documentos oficiales, la gama de la población anteriormente denominada "negra", "parda", "morena", "de color", pasó a determinarse como "trigueña", vocablo ambiguo que puede aplicarse a diferentes grupos étnicos o a ninguno.
El período que va de 1838 a 1887, en los registros oficiales, es crucial en este proceso que los miembros de las organizaciones afroargentinas definen como de "desaparición artificial", ya que para fines de 1887 el porcentaje oficial de negros es de 1,8%. A partir de ese período, ya no se informa sobre este dato en los censos.
Contribuciones de los descendientes de africanos
Es sumamente importante señalar que, si bien la disminución de la población negra es un hecho real y obedece a múltiples causas, no es legítimo hablar de la "desaparición de los negros", como lo vienen haciendo las clases dirigentes, los medios de comunicación y la sociedad en general, desde fines del siglo XIX, y durante todo el siglo XX.
Ya muy tempranamente, como lo es 1845, Domingo F. Sarmiento se apresura a festejar el "bajísimo número de miembros de este grupo en la Argentina". Esta tendencia se patentiza y asume como misión de estado con la Generación del '80, integrada por Bartolomé Mitre y Julio A. Roca, entre otros.
La idea era la de "blanquear " a la población como requisito par el desarrollo y el progreso del territorio, recurriendo al fomento (desde la Constitución) de la población blanca y europea, a la restricción de la población africana o asiática, y además a la negación de la propia realidad negra dentro del país.
Los africanos y la Independencia.
Los africanos y sus descendientes participaron en todas las acciones bélicas de la Argentina: en vigencia de la esclavitud, llegó a ellas compulsivamente por medio de la "Ley de Rescate" que obligaba a los propietarios a ceder dos de cada cinco de sus esclavos para el sevicio de las armas. También, por la promesa de libertad si prestaba cinco años de servicio militar.
Su incorporación fue paulatina, en tropas regulares e irregulares, ocupando siempre los puestos más peligrosos en el campo de batalla, desempeñando las tareas más desagradables en el mantenimiento y sufriendo a menudo la humillación y el escarnio por su condición de esclavizado.
En 1801, se reglamentaron las formaciones milicianas con negros, a las que se denominó Compañía de Granaderos de Pardos y Morenos. Cuando en 1806 se produce la primera invasión inglesa a Buenos Aires, la participación del hombre negro en la defensa de la ciudad es fundamental. Cuando San Martín regresó de España para servir a su patria, en 1812, su primera misión fue organizar el Regimiento de Granaderos a Caballo. A fines de ese año, se hizo cargo del Ejército del Norte: sus tropas se componían de 1.200 hombres, de los cuales 800 eran negros libertos, es decir, esclavos "rescatados" por el Estado para el servicio de las armas.
La frase de San Martín, luego de recorrer el campo de batalla de Chacabuco -"Pobres Negros!!"- da cuenta de los innumerables cadáveres de quienes habían pertenecido al Batallón Nº 8, compuesto por Los libertos "rescatados" de Cuyo.
Décadas después, con la Nación ya pacificada, era común encontrar en las calles de Buenos Aires y de otras ciudades del resto del país, a los negros viejos, antiguos combatientes, pidiendo limosna para sobrevivir. Sus mujeres vendían mazamorra, pasteles, pan casero; eran también lavanderas y amas de leche.
Las nuevas corrientes migratorias de origen europeo, estimuladas por el Estado, desplazaron lentamente a los afro, quienes fueron replegándose hacia áreas alejadas de los grandes centros urbanos, olvidados por la sociedad a la que dieron su vida, su sangre y sus hijos.
Esta situación, entre otras, generó la falsa idea de que habían desaparecido. Si el hecho de haber participado en las confrontaciones bélicas provocó un gran decrecimiento de la población afroargentina, y si a principios del siglo XX, se veían pocos integrantes de ésta en los grandes centros urbanos, no es lícito hablar de desaparición de los negros, como lo vienen haciendo muchos propagadores de ideas, de manera superficial y sin rigor científico.
Los africanos y la cultura.
A pesar de tanta adversidad, los afro dejaron una impronta indeleble en todos los aspectos y estamentos de la sociedad argentina.
Estuvieron en el origen de formas populares como la payada (recordar al talentosísimo Gabino Ezeiza ), el tango, la milonga y la chacarera. Aportaron infinidad de palabras al castellano del Río de la Plata, enriqueciéndolo: batuque, bombo, bujía, cafúa, conga, candombe, dengue, malambo, mandinga, mondongo, mucama, tarima, tamango, marote, etc.
En la época de la colonia actuaron frecuentemente en el teatro y en el circo. Luis Ambrosio Morante fue un actor afroargentino que abrazó los ideales de la independencia, utilizando el escenario como vehículo de propaganda. Hubo además destacados pianistas, como el maestro Navarro, y grandes compositores como Rosendo Mendizáabal, autor del tango "El Entrerriano", Cayetano Silva, autor de la marcha de San Lorenzo, etc.
En otros aspectos de la cultura popular, como la culinaria, encontramos la incorporación de las achuras y el mondongo a la alimentación, la mazamorra, el locro, el dulce de leche, etc.
En la religiosidad, la veneración de San Baltasar y San Benito. También, la figura del "Negro Manuel" el esclavo de la Virgen de Luján.
Los descendientes actuales de aquellos negros merecen el reconocimiento que tantas veces se les ha negado.
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